10. La Pastelería De Paris

En la calle del oro en el triángulo más famoso de parís, se encuentra la pastelería de la Gata Golosa, a donde iban todos los gatos hasta los más famosos de la ciudad, sus recetas cheescake, macarons y deliciosos volcanes de chocolate encantaban a todo aquel que entraba a este lugar realmente era un sitio maravilloso atendido por su propietaria.

Un día llego don gato y su pandilla, unos adinerados y poderosos gatos malvados de la ciudad, aunque sin clase ni experiencia en platos exquisitos, estos comenzaron a protestar diciendo que lo que allí se preparaba no era comida de verdad, exigiendo que se les preparara un ¡buen trozo de torta de vainilla!

A su vez, la Gata golosa se acercó a la mesa para atenderlos personalmente y saber cuál era el motivo de su disgusto, les presento todas las exquisiteces que ella con amor preparaba, don gato le dijo: esta comida no es más que puros “guachucositos” lo que la ofendió tanto, que sin tan siquiera meditar en que era lo que le había dicho la furia la llevo a pegarle en la cabeza con un rodillo de amasar.

¡Qué acto tan insolente! Y don Gato y su pandilla armaron la trifulca del año, una discusión como la que nunca había habido en tan distinguida repostería, llegaron hasta los reporteros de la ciudad, y tan avergonzada estaba la Gata golosa que no hallaba como más pedirle disculpas a don Gato, le ofrecía cortesías, le aplico una pomada para los golpes, les ofreció un exquisito licor de almendras y hasta les preparo una torta completa de vainilla, con el fin que la perdonara.

Así trascurrieron las hora pero don Gato solo le daría su perdón si podía devolverle el golpe con el rodillo en la cabeza a la gata, obviamente, don Gato era muy acuerpado y fuerte, además que pedía que su pandilla pudiera darle cada uno un golpe también la frágil gata, todos trataban de convencer a don Gato que eso era demasiado pues con tan solo el golpe de él podía partirle la cabeza como a una manzana, ella no paraba de disculparse, muy arrepentida por lo que había hecho le pedía a don Gato que tuviera compasión.

Sin ningún resultado positivo, y con don Gato ya incontrolable por la ira decía: – solo si te doy con el rodillo quedaremos en paz o si no nunca te perdonare, en ese momento apareció un viejo gato cojo ayudándose con unas muletas para caminar.

– Espera don Gato! Podrás darle con el rodillo después de que yo te rompa una pata, recuerda que yo llevo muletas por tu culpa.

Don Gato se quedó paralizado. Recordando al anciano que acababa de entrar. Era Sapiencio, su viejo profesor de escuela que un día lo había salvado de unos niños que le hacían bullynig en el patio cuando era pequeño, en ese entonces era el más pequeño de la clase y el más débil por lo cual él lo defendió y al hacerlo perdió una pata. Recordó  además, que todo eso había pasado por que don Gato había sido muy desobediente, pero Sapiencio nunca se lo había recordado hasta ahora…

Entonces don Gato se dio cuenta que había sido muy injusto con la Gata golosa, quien además, le había demostrado de muchas formas lo arrepentida que se sentía por lo que había hecho, entendió que todos en algún momento cometemos errores, y que devolver golpe por golpe o mal por mal, solo produce más dolor y divisiones entre los gatos de ciudad.

Así que, anqué aun le dolía la cabeza y pensaba que a la Gata golosa se la había pasado la mano al darle un golpe en la cabeza, decidió perdonarla, entonces pudieron estar en paz, y dedicar el tiempo para probar las delicias que por sus paladares jamás habían pasado y a contar historias mientras disfrutaban también de la rica y anhelada torta de vainilla, todos coincidieron que aquello había sido la mejor opción en lugar de tomarse a rodillazos.

Fin de la historia del perdón

Danna Valentina Rubiano Colmenares, Grado 6°, Instituto Paulo Freire

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